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¿Cuál es la postura de la Iniciativa UED respecto a medios de liberación como la resistencia armada o BDS?

Aunque la Declaración de Derechos Humanos, la Carta Internacional de Derechos Humanos y las Naciones Unidas reconocen el derecho a resistir la ocupación y los regímenes racistas, el reconocimiento del derecho humano, y del deber, de resistir la opresión y luchar por la libertad no depende de las decisiones de los organismos internacionales. También es de sentido común que el uso de la fuerza por parte de las víctimas, ya sea individual u organizado, solo puede verse y entenderse en el contexto de una violencia sistémica previa. El derecho de los palestinos a resistir la ocupación y la dominación israelí es, por tanto, inalienable.

Lo mismo se aplica a la resistencia no militar, como los esfuerzos internacionales de boicot, desinversión y sanciones contra Israel, las campañas de concienciación, la resistencia no violenta y otros medios.

La Iniciativa “Un Estado Democrático” hace aún más hincapié en que todos los esfuerzos mencionados son solo medios que solo pueden alcanzar todo su potencial cuando están vinculados a un fin claro. Este fin solo puede ser forzar la transición de un Estado sectario a un Estado democrático. La Iniciativa está en desacuerdo con los siguientes planteamientos:

  • Limitar la resistencia a las represalias: Optar por iniciar enfrentamientos únicamente como reacción a los crímenes de Israel debilita la conciencia del legítimo derecho a resistirse a Israel como Estado de apartheid, ocupante y colonial de asentamiento.
  • Centrarse en los crímenes israelíes o los derechos palestinos fuera del contexto de un proyecto sociopolítico alternativo: Así como limitar la resistencia a acciones de represalía, puede equivaler a la normalización de la esencia de Israel como Estado de colonos y el peligro de su politización de la identidad, lo cual solo puede dar lugar a crímenes y a la negación de derechos.
  • Adoptar fines identitarios, como sustituir el “Estado para los judíos” por un “Estado para los árabes” o un “Estado para los musulmanes”: Tales esfuerzos políticos no consiguen liberarse de la politización de la identidad, refuerzan la narrativa sionista y nacional-colonial de que los Estados son exclusivos a construcciones sociales en vez de aparatos para gestionar los intereses reales de las sociedades, y perpetúan el ciclo centenario de violencia.

La alternativa al Estado judío sólo puede ser un Estado democrático y laico para todos sus ciudadanos. Esta visión política es la antítesis del sionismo y debe acompañar, incluso guiar, la lucha por la liberación.

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